Texto completo: En el años 1947 el encargado de la estación de servicio y comerciante Pablo Alarcón, se prometio descansar más de lo que su escueta y frágil silueta pedía. Se consagró en esos momentos de olvido a satisfacer vagas conjeturas y replanteos estériles. Eligió las horas para la contemplación de las dilatadas nubes que apenas veía en las noches sin luna o en las tardes aceradas por el vestigio del vapor al calor del sol. Solía observar un punto como quien ve una forma inexistente o demorada hasta el tedio, como quién cree tocar y no toca en los recuerdos del sueño.